Un miércoles cualquiera

Veintinueve de noviembre, miércoles. Los miércoles suelo despertarme algo más tarde que los otros días laborables de la semana. No obstante a las ocho de la mañana de ese miércoles, ya estoy con los ojos bien abiertos y sin ganas de remolonear entre las sábanas a pesar que el silencio inunda todo el espacio de la casa. No hay nadie a quién darle los buenos días. No importa, tengo que ponerme en marcha porque quiero llegar pronto al despacho. Salgo de casa a eso de las nueve y me extraña no encontrarme con el portero, siempre al pie de la portería. Me pongo los auriculares del MP3 y escucho el resto de la canción de “The lion sleeps tonight” que dejé ayer a medias. En los trayectos que hago andando por Barcelona, cuando voy solo, acostumbro a escuchar música. Me gusta convertir las calles de la ciudad en enormes pistas de bailes. A veces, incluso, el caminar de la gente que se cruza conmigo, se acompasa con la canción que escucho. Es divertido ver bailar “Another Brick In The Wall” a una muchedumbre que sale aceleradamente por las escaleras del metro para dirigirse al trabajo. El ritmo de la lava humana que emerge del semisótano de la tierra presta a invadir las cavernas donde se desarrolla la producción mortal y por tanto, efímera, del ser humano. Otras veces quién baila al son de la música soy yo. No puedo evitar armonizar mis piernas con las cadencias de “Zapatillas” o el movimiento de los hombros con los acordes de “Clavado en un bar”.
Entre convulsión y convulsión llego al despacho entonadísimo. No hay nadie. Ni la secretaria, ni mis compañeras. Tampoco encontré en la garita de la portería al conserje. “Estoy de limpieza en la escalera”, explicaba un cartel. Son casi las diez de la mañana. Me quedan un par de horas hasta la del gimnasio, así que decido hacer unas llamadas. Sin éxito. “Está apagado o fuera de cobertura”, oigo. Entro en “La Red” para consultar el correo y de paso leer las noticias del día. El Messenger se conecta automáticamente. De tres monigotes azules dos están ausentes y el tercero no disponible. El resto en ese color parecido al rojo-marrón. Inútil saludar a alguien o que alguien “ausentenodisponible” me salude. Aprovecho para contestar a los comentarios de “Entre Líneas” e intentar plasmar una idea que me ha rondado en el “baile” matutino. Cuarenta y cinco minutos mas tarde parece que lo he conseguido aunque, como casi siempre, no me deje satisfecho del todo. “El de hoy tiene un final demasiado vulgar”, pienso, pero desisto rectificarlo y le doy a publicar.
Sobre las doce y media entro por la puerta del gimnasio. Me identifico poniendo el dedo índice para que sea escaneado por el dispositivo que acciona la barrera de entrada a las instalaciones. El “chip prodigioso” ha sustituido al "factor humano". No encuentro a nadie conocido, aunque tampoco es de extrañar porque, a esas horas, la media de edad de los varones es superior a los sesenta y cinco años y la de las hembras rondará los veinte y yo estoy en medio, a mucha distancia entre unos y otras. Inicio mi ruta de la salud en un aparato que me obliga a hacer los movimientos que me recuerdan al de los peregrinos que van por el camino de Santiago. Así durante media hora en la que pierdo trescientas cincuenta calorías, mi ritmo cardíaco medio ha sido de ciento treinta pulsaciones y la distancia recorrida ha llegado casi a cinco quilómetros. Luego a tonificar los cuadriceps, los bíceps, los deltoides, los glúteos y, cómo no, los abdominales. Por si no fuese suficiente la humillación a que someto a mis músculos, luego los pongo en su sitio con los ejercicios de estiramiento. Siempre se quejan al principio, una simple advertencia que envían a mi cerebro que les devuelve su lamento con indiferencia. Después de la lucha con mi cuerpo llega el momento de relajarlo así que me voy a la sauna húmeda que, como ya deja claro en su nombre, es un antro de perdición de agua y minerales poco nobles del organismo. Y de ahí a las dulcemente agresivas burbujas del jacuzzi situado en la sala de aguas del gimnasio, justo en su parte superior.

A las dos y media de la tarde, suave de piel y laxo de ánimo, abro la puerta de mi casa, donde sigue presidiendo el silencio. El orden de las habitaciones, la limpieza y el plato de espagueti preparado en el microondas indican que por allí pasó la doméstica. Sin más transición le doy al encendido, saco algo de pan del congelador y bebo un vaso de agua antes de empezar a comer, engullir más bien, mis espaguetis a la carbonara, mientras veo las noticias en Telecinco algo más universales que las endogámicas de Tevetrés. Aguanto cinco minutos de noticias, los justos para “leer” los titulares y cambiar los dígitos a Teveocho donde Arús dirige su tertulia diaria plagada de parientes. A las tres, engañado más que alimentado mi centro cerebral del hambre y con mi taza de té desteinado en la mano, me dejo caer en el sofá de la sala de estar intentando adivinar los minutos que tardaré en perder la batalla a mis ojos. La verdad es que no entiendo porque peleo con ellos en ese deslizamiento hacia el placentero mundo de los sueños siesteros. Se cierran poco a poco … Se cierraaaaaannnnnnnnnnnnnnnnn…
¡¡¡ NO ¡!! ¡Se abreeeeeellaaaaapuerttttttaaaaaaaaaa!
- ¡¡ Hola papuchi ¡! ¡¡ Per on pares ?¡!
- ¡¡ Estic aquí Rosaaaa !!
- Desde luego papà sempre et trobo mig dormit
Son las tres y cuarto de la tarde y Rosa, mi hija pequeña, ha llegado del colegio. Es curioso, ¿o no?, pero desde que me desperté a las ocho de la mañana, ha sido la primera vez en el día que alguien se dirige a mí y la primera en la que despego los labios para hablar. Más de siete horas sin conversar con nadie en una gran ciudad y en la era de las comunicaciones. Pienso en la suerte que tengo de no estar solo.
24 comentarios
Kaleidoscopio -
Ya deseo que esto termine
Para Pléyades, te digo o no te digo y, aunque te diga, nunca sera todo -
Para Kaleidoscopio, inmune al desaliento -
Pléyades -
Kaleidoscopio -
Para Kaleidoscopio, las noticias de viva voz -
Kaleidoscopio -
Para Noa-, la pista definitiva -
Noa- -
Para Rosier, a punto del besuqueo -
Para la no anónima teresa, disparada en el tren de la imaginación -
Para Abril, con la cirugía plástica en los codos -
Para monocamy, por el baile clásico -
Rosier -
Con lo que...
No duermas y no sestees... Rosa llegó a punto para hacerte despegar los labios y esbozar una sonrisa al verla llegar...
Entre tu y yo... siempre llegan a punto... bendita bendición :-D
Reempezamos... uno muy muy intenso (beso)
teresa -
Perdon otra vez.
Anónimo -
Yo utilizo el mp3 en mis desplazamientos en tren y me imagino a gente que va entrando en el bagon bailando..
Abril. -
Pues yo esta semana, al contrario que tú, he hablado por los codos Me han puesto una multa por aparcar en una ciudad que no es la mía y, como no estaba de acuerdo, llamé a la policía, al ayuntamiento, a tráfico Total para nada. 150 que no pienso pagar porque no la considero justa. ¿Qué te parece si la meto en el cajón y me olvido? (solicitando ayuda legal)
P.S: Espero que a partir de ahora no te limites a ponernos videos caseros de tus fines de semana. Prefiero la lectura.
monocamy -
¿Cómo te va a hablar alguien? te ven venir y pensarán que estás loco o, lo que es lo mismo, estás colgado. Reconócelo, hombre. Yo acabo de hacerlo, en mi último post. Con valentía.
:D
(y que conste que pensé que la historia terminaría (como me pasó una vez a mí, que me enteré cuando metí el coche en el aparcamiento del curro y lo encontré completamente vacío) cuando tú te dieras cuenta de que era un día festivo, de ahí que no encontraras a nadie).
:P
Para noemi, no duerme nunca -
Para Noa-, mira quién baila -
Para Pléyades, con puntos suspensivos -
noemi -
Noa- -
Pléyades -